Las fronteras castellanas entre 1158 y 1230
En esta entrada comentaremos la evolución de las fronteras castellanas durante su último periodo de existencia independiente, es decir, desde 1158 hasta 1230 cuando quedó definitivamente unida al reino de León.
La elección de este periodo no es casual, y es que ya por aquél entonces las fronteras del territorio castellano se encontraban relativamente consolidadas; resaltando aquí la gran similitud del marco castellano heredado por Fernando III en 1217 con los territorios que han venido considerándose tradicionalmente "las dos castillas": Castilla la Vieja y Castilla la Nueva.
Es por ello que podemos considerar a este periodo comprendido entre 1158 y 1230, como el espacio donde Castilla se configuró definitivamente como entidad política claramente diferenciada dentro del contexto peninsular.
-La frontera con León-
Se trata ésta de una de las líneas más polémica y disputada entre los monarcas castellanos y leoneses; tanto que incluso en épocas de máximo peligro para la cristiandad peninsular cuando el puño almohade golpeaba la meseta, sus reyes seguían disputándose esas tierras.
El problema de base para delimitar tales fronteras se debió a la falta de unos accidentes geográficos claros que sirvieran de referencia; a esto habría que sumar también las sucesivas uniones y desuniones de ambos reinos que contribuyeron a las consiguientes disputas entorno a la zona del Infantazgo
Pero a pesar de todo, con la muerte del emperador Alfonso VII, se consignaron unas fronteras que bajo el marco de la legalidad configurarían en lo sucesivo los espacios vitales aproximados que han venido sucediéndose entre Castilla y León.
A Castilla le tocó en su frontera occidental empezando por el norte: Asturias de Santillana (provincia de Santader); más al sur dentro de la provincia de León se incluirían para Castilla Cea y Sahagún; por la provincia de Valladolid la Tierra de Campos (Infantazgo) quedando para León las zonas más occidentales de la actual provincia hasta el Duero, es decir, Mayorga, Becilla de Valderaduey Villavicencio, Bolaños, San Pedro de Latarce, Tiedra y San Román de Hornija. Al sur del río Duero se incluirían para Castilla los actuales territorios de Valladolid y Ávila con las tierras actualmente salmantinas de Béjar; finalmente en el límite sur se marcaba como divisoria y zona de expansión para ambos reinos, la calzada de la Plata, lo que dejaba Plasencia en Castilla.
Atendiendo a esta divisoria el arzobispo de Toledo, Rodrigo Fernández de Rada, dejaba escrito en su crónica lo siguiente: Dio a Sancho, su primogénito, Castilla hasta Sahagún, Moral de la reina, Tordehumos, Urueña, Cubillas, Medina del Campo, Arévalo y todo el territorio de Avila; después la frontera entre los dos reino estaba formada por la calzada e la Plata, que era llamada también de Guinea.
En época de Fernando III y dentro del ámbito cronológico que nos atañe - 1230, o lo que es lo mismo inmediatamente antes de las grandes conquistas de los años treinta y cuarenta del siglo XIII- la frontera apenas vario. Sin embargo en lo referente a León, el monarca Alfonso IX, aprovechando la debilidad y fractura de los almohades tras la famosa batalla de las Navas de Tolosa, dio un último impulso reconquistador a su reino avanzando por el sur y tomando importantes enclaves como: Cáceres 1227, Montánchez, Mérida y Badajoz en 1230 año de su muerte. Fernando III conquistó a los musulmanes la plaza de Capilla en 1227, situada al sureste de la actual provincia de Badajoz. Este enclave era muy importante por dos razones: por un lado y de cara a su expansión por el sur se controlaban los pasos hacia Córdoba por la zona occidental; de otro lado se aseguraba una frontera divisoria con León estableciendo la línea entre Plasencia y Capilla como límites occidentales de los castellanos.
la calzada de la Plata, vieja vía romana que dividía en dos las actuales tierras de Extremadura.
-La frontera con Navarra-
La frontera que dejó delimitada el Emperador con respecto a este reino venía delimitada en la zona de las actuales Provincias Vascas por el río Nervión; es decir, que las actuales comarcas de Las Encartaciones y Valdegovía quedaban dentro de Castilla, si bien, el resto de Vizcaya y Álava quedaban vinculadas a Castilla por medio del vasallaje de los condes Ladrón Íñiguez y su hijo Vela Ladrón. Pero tras la temprana muerte de Sancho III, Vela Ladrón, libre de sus vínculos vasalláticos se reincorporó a Navarra.
Escudo de las Encartaciones.
Más al sur las fronteras se hallaban establecidas entorno al río Ebro desde Haro hasta Alfaro, aunque estas tierras fueron motivo de continuo conflicto entre castellanos y navarros.
-La frontera con Aragón-
Las fronteras con Aragón fueron más estables que en los demás lugares. En los primeros años del reinado de Alfonso VIII, y reinando en Aragón Alfonso II, surgieron ciertas discrepancias que por lo general se resolvierón más por acuerdos que por las armas. Los puntos calientes fueron entorno a la cuestión de la fortaleza de Ariza o el señorío de Molina, resueltos por tratado, y el derecho a la conquista del señorio independiente de Albarracín, bajo dominio de Don Pedro de Azagra, que quedó pendiente para Aragón.
-La frontera con al-Andalus-
Las fronteras contra el Islam durante el reinado de Alfonso VIII fueron más inestables, si bien el Emperador Alfonso VII se había expandido por los campos manchegos llegando a tomar en un determinado momento un punto tan alejado como la misma Almería; estos avances fueron perdidos con la llegada de los temidos almohades, y en los convulsos años del reinado de Alfonso VIII el peligro almohade volvía a las murallas de la misma Toledo.
De aquí habría que destacar dos fechas: Alarcos 1195 y sus consecuencias posteriores; y las Navas de Tolosa 1212.
La batalla de Alarcos en 1195: fue la gran derrota del aguerrido monarca castellano; con un contingente de poco más de diez mil hombres se enfrentó a un ejercito que le doblaba en número. Éste defendiendo una fortaleza sin terminar de fortificar se lanzó a campo abierto para luchar. Aquí, y una vez más, los cristianos no aprendiendo de errores pasados cayeron en las tácticas envolventes de los musulmanes. Tras la batalla Alfonso VIII logró escapar a Toledo donde se encontró con su primo Alfonso IX de León. Parece ser que tuvieron una tensa entrevista que acabó con la ruptura de relaciones entre ambos y aliándose el segundo con los enemigos de la cruz. Habría que recordar que Alfonso IX prometió, de no muy buen grado, ayudar a los castellanos en la lucha contra la nueva invasión islámica, sin embargo, la poco entusiasta ayuda se tradujo en una innecesaria tardanza que acabó con el monarca leones instalado en Toledo mientras los castellanos se encontraban defendiendo las fronteras cristianas sin ningún apoyo.
Restos de la fortaleza de Alarcos.
Por suerte para los castellanos, y la cristiandad peninsular en general, el califa almohade seguro de su poder frente a los cristianos se entretuvo posteriormente en asegurar su control dentro del al-Andalus, tiempo precioso que permitió a los castellanos replegarse y prepararse para las posteriores arremetidas almohades.
Las consecuencias directas de Alarcos fueron aprovechadas por los leoneses y navarros. En 1196 Navarra y León llegaron a un acuerdo junto a los almohades para atacar conjuntamente a Castilla, y lanzar una serie de ataques a enclaves y tierras de los castellanos por diferentes flancos. El caso de León es más sangrante si cabe, ya que Alfonso IX utilizó tropas almohades para arrasar la Tierra de Campos, lo cual, acabó contándole duras reprimendas por parte del papado. Con respecto a Navarra, Sancho VII atacó las tierras de la extremadura castellana oriental, entre el sur de Burgos y Soria. Mientas que los musulmanes asolaron todas las tierras de la Trasierra o reino de Toledo. La respuesta castellana vendría apoyada firmemente por el monarca aragonés Pedro II, a la sazón importante aliado en las Navas de Tolosa. Alfonso VIII atacó junto con Pedro II - y mientras Alfonso IX realizaba su devastación por Tierra de Campos - los territorios de León internándose hasta llegar a la capital y Astorga.
En 1197 las tornas cambiarían, una esperada tregua de Castilla con los almohades permitió al rey castellano responder de forma efectiva a los reyes cristianos. Si bien Alfonso IX había recuperado León y gran parte de los enclaves tomados por los castellanos; para el verano de ese año, Alfonso VIII realizó una campaña por las tierras occidentales reconquistando o capturando fortalezas que habían sido rendidas por los leoneses: Bolaños, Valderas o Castroverde fueron entre otras. Finalmente el leonés sin el apoyo del califa almohade y no pudiendo seguir presionando al castellano buscó una tregua. La reina Leonor de Castilla dirigió los planes del acuerdo organizando un casamiento entre Alfonso IX y la princesa castellana Berenguela a finales de 1197.
Otro asunto era Navarra; ya en 1198 con las treguas firmadas Castilla se confederó con los aragoneses para responder con la misma moneda la anterior hazaña de Sancho VII. Se adentraron ambos ejércitos para el verano en territorio navarro forzando así una paz ventajosa para Aragón; sin embargo la campaña decisiva vendría un año después. En 1199 Alfonso VIII entro por Álava y sometió a duro asedio la ciudad de Vitoria. Mientras Sancho VII marchó para el Magreb a buscar los apoyos del califa almohade, el cual, obligado por la tregua firmada el año anterior ofreció únicamente ayuda pecuniaria para el navarro. Finalmente, para los últimos días de 1199 o primeros de 1200, Vitoria se rindió tras siete meses de asedio. Además tras hábiles negociaciones los tenentes y señores del resto de Álava y Guipúzcoa juraron lealtad a Alfonso VIII.
Tras esta campaña el rey castellano había conseguido ampliar más de la cuenta sus dominios anteriores con respecto a Navarra; y es que su avance había superado con creces los realizados por su tatarabuelo Alfonso VI allá por el año 1076. Los nuevos límites con Navarra quedaron firmemente establecidos y la nueva región jugó un papel clave en las relaciones comerciales de los castellanos con las tierras de Gascuña y Francia.
La frontera sur antes de la batalla de Las Navas: Tras las treguas firmadas por castellanos y almohades en 1197 los límites se establecían desde Plasencia al oeste hasta Alarcón al este. Las tierras del norte del Tajo así como sus fortalezas estaban dominadas por los castellanos , Talavera y Toledo se convertían aquí en los principales y más activos enclaves defensivos de la región. Al sur Consuegra en manos de la Orden de San Juan y más allá Mora la Vieja o Peña Negra sostenían las posiciones más avanzadas. Al oeste las plazas de Huete, Uclés Zorita o Cuenca se encargaban de asegurar las posiciones castellanas.
Los musulmanes por otro lado establecían sus posiciones gracias a sus últimas campañas de 1195/96 en: Trujillo -arrebatada a los castellanos en 1196- Alarcos, Benavente, Calatrava -arrebatada a los monjes-guerreros en 1195-, Malagón y Caracuel entre otras.
Los casos más particulares los tenemos en los castillos de Dueñas -más tarde y reconstruido será Calatrava la Nueva- y Salvatierra, situados en la Calzada de Calatrava, más allá de las primeros enclaves de defensa musulmanes. Éstos se encontraban en manos de la Orden de Calatrava, que por entonces se llamaba de Salvatierra.
Las Navas de Tolosa en 1212: Durante 13 años, las treguas entre castellanos y almohades se sucedieron. Unas treguas que favorecieron a ambos, ya que si bien los castellanos resolvieron satisfactoriamente sus litigios con Navarra, no fueron menos provechosos los avances almohades dentro de al-Andalus que en 1203 conquistaron el último reducto de los antiguos almorávides: Baleares.
Acabadas las treguas en 1211 los africanos afilaron sus cimitarras y se prepararon para realizar una nueva incursión en la Península. Pero esta vez las intenciones del califa almohade eran muy diferentes a las anteriores, llamando a la yihad en todos los confines del Imperio almohade: magrebíes, zanatas y negros del Sudan; sumados a los musulmanes andalusíes configuraron el mayor ejercito nunca visto en al-Andalus. Algo más de 30.000 africanos y 20.000 andalusíes se preparaban para someter de una vez por todas a los molestos reinos cristianos.
Los primeros en recibir la dura arremetida fueron los caballeros de la Orden de Calatrava, que abandonando prácticamente el castillo de Dueñas, llamado según los Anales Toledanos "Castiel de Dios" concentraron sus fuerzas en el bastión que les servía de sede en esos momentos -Salvatierra-. Alfonso VIII por otro lado se encontraba organizando sus ejércitos por los campos de la Trasierra, incapaz de lanzarse por entonces en una batalla directa prefirió asegurar sus defensas. Los monjes-guerreros sometidos a duro asedio durante dos meses y con un castillo derruido por las formidables máquinas de asedio musulmanas pactaron con el califa almohade su rendición si Alfonso no acudía en su ayuda; y Alfonso VIII se vio forzado a autorizar la marcha ya que no podía acudir en su ayuda ese año de 1211.
Sin embargo la caída de Salvatierra fue hábilmente rentabilizada en lo que a materia propagandistica se refiere. Rodrigo Jiménez de Rada Arzobispo de Toledo, acudió a Roma para solicitar el apoyo del Papa Inocencio III en los aciagos días que se cernían sobre los cristianos; éste muy acorde con las ideas de la época emitió varias bulas para todos aquellos que combatieran en Castilla, además prohibió bajo amenaza de excomunión a cualquier monarca cristiano que osara atacar al castellano mientras se preparaba para afrontar la batalla decisiva. A su regreso el Arzobispo de Toledo predicó la gloria y fortuna que los guerreros cristianos podían alcanzar si decidían tomar las armas en su ayuda, y con un contingente de varios caballeros y peones alemanes y francos volvió para la Península.
Situación peninsular antes de la contienda de las Navas de Tolosa.
Toledo sirvió de punto de concentración para todas las huestes cristianas que poco a poco iban llegando a Castilla. Los castellanos junto con los aragoneses formaron el grueso del ejercito cruzado; Pedro II, fiel amigo de Alfonso VIII volvía a prestarse nuevamente para combatir en la Cruzada hispana; Alfonso IX de León haciendo gala de su corta mira política prefirió no ayudar a Alfonso VIII -tal vez no era consciente que de ser borrados los castellanos y aragoneses, hubiera sido cuestión de tiempo que un resurgido al-Andalus dirigiera sus miras ante el menos poderoso reino de León- . La participación de Navarra fue más testimonial que otra cosa, si en un principio Navarra mantuvo silencio en cuanto a su participación, parece ser que tras las presiones del Vaticano y sus prelados, Sancho VII acudió finalmente, ya puesto el ejercito en marcha, junto con 200 de sus mejores caballeros. La llegada de éste fue recibida de muy buena gana por Alfonso VIII y Pedro II, aunque con una fuerza testimonial, la disposición del navarro a tomar parte activa en el conflicto servía para levantar aún más la moral en el campamento cruzado y hacía ver a todos lo necesario de la unión en tamaña empresa.
El rey de Portugal Alfonso II que abría asistido de buena gana a la llamada de las armas, se vio forzado a quedarse en su reino debido a los ataques sufridos por parte del siempre oportunista Alfonso IX. A su vez, y aprovechando la marcha cruzada por tierras de al-Andalus los leoneses también atacaron las poco guarnecidas fortalezas en manos de los tenentes castellanos.
Las Ordenes militares de Calatrava, Santiago, el Temple, y San Juan se sumaron, como no podía ser menos, configurando la tropa de élite del ejército. Por último y siempre a título personal algunos caballeros portugueses y algunos menos leoneses cerraron las filas cruzadas.
En definitiva los esfuerzos de cristianos y musulmanes se midieron finalmente en la ya conocida por todos como: batalla de las Navas de Tolosa de 1212, donde, y sin hacer caso a increíbles cifras que barajan en varios cientos de miles de guerreros a los partícipes en la lucha, es muy posible que alrededor de unos 50.000 musulmanes y unos 30.000 cristianos se enfrentaran en batalla.
La victoria de los cruzados y el aniquilamiento del ejercito almohade tuvo varias consecuencias: en primer lugar los cristianos tomaron varias fortalezas que controlaban los pasos de Despeñaperros (Baños, Tolosa, Ferral y Vilches), las cuales, quedarían clavadas como un cuchillo en la carne a la espera de ser utilizadas para una posterior y definitiva arremetida en el corazón de al-Andalus; por otro lado, la derrota de los almohades hizo evidente a los ojos de los hispanomusulmanes el fracaso de su política, y pocos años después empezaron a darse los primeros síntomas de debilitamiento y a producirse las primeras disensiones sobre los territorios andalusíes.
La situación castellana a la muerte de Enrique I 1217. pinchar el mapa para ampliar.
- La llegada de Fernando III-
La muerte de Pedro II en 1213 y Alfonso VIII en 1214 impidió a éstos aprovechar mejor la crisis en la que entraron los almohades por entonces, y si bien los andalusíes todavía ofrecieron dura batalla, era ya un hecho que habían perdido cualquier posibilidad de poner en peligro la existencia de los reinos cristianos.
En 1217, y tras el breve reinado de Enrique I (1214/17), Fernando III hijo de Alfonso IX de León y de Doña Berenguela se había convertido en monarca de Castilla. El nuevo rey sería el gran beneficiado de los éxitos de sus antecesores; aunque para el periodo al que nos atenemos -hasta 1230- hay que recordar que todavía no se habrían dado sus grandes conquistas, acaecidas inmediatamente después de nuestra señalada fecha.
Fernando III tuvo que asegurar su poder en los primeros años del reinado, ya que Alfonso IX, nunca contento con la llegada de su hijo al trono castellano intervino en el reino, de aquí obtuvo la garantía de posesión sobre varias fortalezas en litigio con Castilla: Cubillas, Santervás, San Cebrian de Mazote, Urueña, Villagarcía y San Pedro de Latarce situadas al occidente de la actual provincia de Valladolid y por entonces zona de fricción de ambos reinos.
Ya mencionamos anteriormente la toma del enclave de Capilla situado en la actual región de Extremadura y su importancia estratégica para frenar las pretensiones leonesas más orientales. Pero en lo referente a las tierras andaluzas los avances producidos, aunque no muy numerosos, sí fueron importantes para su posterior avance por el valle del Guadalquivir.
-Las conquistas Fernandinas hasta 1230-
A primera vista puede llamar la atención los pocos avances conquistadores que Fernando realizó en tierras musulmanas, pero ello tiene una explicación: la llegada al trono de Castilla de Fernando III por cesión de su madre Doña Berenguela molestó a Alfonso IX, ya que éste podía haber optado también al trono según la interpretación sálica del tratado de Sahagún firmado entre Sancho III de Castilla y Fernando II de León en 1158. Por tanto los problemas con su padre y con Álvaro Nuñez de Lara, exregente de Castilla por la minoría de edad de Enrique I, obligaron a Fernando renovar una serie de treguas hechas ya por su abuelo Alfonso VIII con los almohades en 1214, de tal forma que hasta 1224 estuvieron vigentes.
Una vez recuperado el reino de las luchas intestinas, las campañas se dirigieron a las tierras andaluzas; las disensiones que se comenzaban a percibir en el Imperio almohade fueron aprovechadas por los castellanos para aliarse con el gobernador de Baeza y hacerse con las fortalezas de Salvatierra 1225, todavía en manos musulmanas, y de Capilla 1226. Muerto el gobernador de Baeza su población se reveló contra los castellanos y estos tras algunas luchas consiguieron hacerse con el control de la misma así como de Andújar 1226 y Martos 1226. De todas estas poblaciones la más meridional era Martos, y por tanto la más vulnerable a un asedio que acabo produciéndose de forma inevitable, y a punto estuvo de tener éxito si no fuera por una oportuna intervención de socorro del propio Fernando III en el verano de 1227.
En 1229 y ya sí, en pleno proceso de desintegración del poder almohade, Fernando III dirigió una campaña a tierras de Úbeda con el objetivo de debilitar la fortaleza; allí tomó Saviote, Garcíez y Jódar, importantes cabezas de puente para ulteriores operaciones; también intento un asedio en 1230 contra Jaén, pero al prolongarse demasiado decidió abandonarlo para mejor ocasión.
La situación castellana en el momento de la muerte de Alfonso IX 1230. pinchar el mapa para ampliar.
De regreso a Castilla tras el fallido intento de tomar Jaén, Fernando III fue sorprendido con la noticia del fallecimiento de su padre Alfonso IX de León; a partir de entonces todo se dispuso para que Fernando, rey de Castilla, se hiciera con el trono leonés tras la cesión de sus hermanastras, y con ello, se produjo la definitiva unión de las dos coronas en un solo hombre. La próxima vez que el monarca regresara a tierras andaluzas lo haría bajo los estandartes del león y el castillo, y con ellos, una unida y fuerte corona llegaría a expandirse hasta límites insospechados por entonces.
------------------------
Enlaces de interés:
Imperio Almohade
Fernando III
La batalla de las Navas de Tolosa
La batalla de las Navas de Tolosa según los musulmanes
Bibliografía:
Reyes de Castilla: Alfonso VIII. Edit. La Olmeda
Reyes de Castilla: Fernando III. Edit. La Olmeda
Las Navas de Tolosa, la verdadera cruzada. Edit Almena
El lunes de las Navas DVD. Editado por Universidad de Málaga.
La elección de este periodo no es casual, y es que ya por aquél entonces las fronteras del territorio castellano se encontraban relativamente consolidadas; resaltando aquí la gran similitud del marco castellano heredado por Fernando III en 1217 con los territorios que han venido considerándose tradicionalmente "las dos castillas": Castilla la Vieja y Castilla la Nueva.
Es por ello que podemos considerar a este periodo comprendido entre 1158 y 1230, como el espacio donde Castilla se configuró definitivamente como entidad política claramente diferenciada dentro del contexto peninsular.
Castilla y sus diferentes límites fronterizos
-La frontera con León-
Se trata ésta de una de las líneas más polémica y disputada entre los monarcas castellanos y leoneses; tanto que incluso en épocas de máximo peligro para la cristiandad peninsular cuando el puño almohade golpeaba la meseta, sus reyes seguían disputándose esas tierras.
El problema de base para delimitar tales fronteras se debió a la falta de unos accidentes geográficos claros que sirvieran de referencia; a esto habría que sumar también las sucesivas uniones y desuniones de ambos reinos que contribuyeron a las consiguientes disputas entorno a la zona del Infantazgo
Pero a pesar de todo, con la muerte del emperador Alfonso VII, se consignaron unas fronteras que bajo el marco de la legalidad configurarían en lo sucesivo los espacios vitales aproximados que han venido sucediéndose entre Castilla y León.
A Castilla le tocó en su frontera occidental empezando por el norte: Asturias de Santillana (provincia de Santader); más al sur dentro de la provincia de León se incluirían para Castilla Cea y Sahagún; por la provincia de Valladolid la Tierra de Campos (Infantazgo) quedando para León las zonas más occidentales de la actual provincia hasta el Duero, es decir, Mayorga, Becilla de Valderaduey Villavicencio, Bolaños, San Pedro de Latarce, Tiedra y San Román de Hornija. Al sur del río Duero se incluirían para Castilla los actuales territorios de Valladolid y Ávila con las tierras actualmente salmantinas de Béjar; finalmente en el límite sur se marcaba como divisoria y zona de expansión para ambos reinos, la calzada de la Plata, lo que dejaba Plasencia en Castilla.
Atendiendo a esta divisoria el arzobispo de Toledo, Rodrigo Fernández de Rada, dejaba escrito en su crónica lo siguiente: Dio a Sancho, su primogénito, Castilla hasta Sahagún, Moral de la reina, Tordehumos, Urueña, Cubillas, Medina del Campo, Arévalo y todo el territorio de Avila; después la frontera entre los dos reino estaba formada por la calzada e la Plata, que era llamada también de Guinea.
En época de Fernando III y dentro del ámbito cronológico que nos atañe - 1230, o lo que es lo mismo inmediatamente antes de las grandes conquistas de los años treinta y cuarenta del siglo XIII- la frontera apenas vario. Sin embargo en lo referente a León, el monarca Alfonso IX, aprovechando la debilidad y fractura de los almohades tras la famosa batalla de las Navas de Tolosa, dio un último impulso reconquistador a su reino avanzando por el sur y tomando importantes enclaves como: Cáceres 1227, Montánchez, Mérida y Badajoz en 1230 año de su muerte. Fernando III conquistó a los musulmanes la plaza de Capilla en 1227, situada al sureste de la actual provincia de Badajoz. Este enclave era muy importante por dos razones: por un lado y de cara a su expansión por el sur se controlaban los pasos hacia Córdoba por la zona occidental; de otro lado se aseguraba una frontera divisoria con León estableciendo la línea entre Plasencia y Capilla como límites occidentales de los castellanos.
la calzada de la Plata, vieja vía romana que dividía en dos las actuales tierras de Extremadura.
-La frontera con Navarra-
La frontera que dejó delimitada el Emperador con respecto a este reino venía delimitada en la zona de las actuales Provincias Vascas por el río Nervión; es decir, que las actuales comarcas de Las Encartaciones y Valdegovía quedaban dentro de Castilla, si bien, el resto de Vizcaya y Álava quedaban vinculadas a Castilla por medio del vasallaje de los condes Ladrón Íñiguez y su hijo Vela Ladrón. Pero tras la temprana muerte de Sancho III, Vela Ladrón, libre de sus vínculos vasalláticos se reincorporó a Navarra.
Escudo de las Encartaciones.
Más al sur las fronteras se hallaban establecidas entorno al río Ebro desde Haro hasta Alfaro, aunque estas tierras fueron motivo de continuo conflicto entre castellanos y navarros.
-La frontera con Aragón-
Las fronteras con Aragón fueron más estables que en los demás lugares. En los primeros años del reinado de Alfonso VIII, y reinando en Aragón Alfonso II, surgieron ciertas discrepancias que por lo general se resolvierón más por acuerdos que por las armas. Los puntos calientes fueron entorno a la cuestión de la fortaleza de Ariza o el señorío de Molina, resueltos por tratado, y el derecho a la conquista del señorio independiente de Albarracín, bajo dominio de Don Pedro de Azagra, que quedó pendiente para Aragón.
-La frontera con al-Andalus-
Las fronteras contra el Islam durante el reinado de Alfonso VIII fueron más inestables, si bien el Emperador Alfonso VII se había expandido por los campos manchegos llegando a tomar en un determinado momento un punto tan alejado como la misma Almería; estos avances fueron perdidos con la llegada de los temidos almohades, y en los convulsos años del reinado de Alfonso VIII el peligro almohade volvía a las murallas de la misma Toledo.
De aquí habría que destacar dos fechas: Alarcos 1195 y sus consecuencias posteriores; y las Navas de Tolosa 1212.
La batalla de Alarcos en 1195: fue la gran derrota del aguerrido monarca castellano; con un contingente de poco más de diez mil hombres se enfrentó a un ejercito que le doblaba en número. Éste defendiendo una fortaleza sin terminar de fortificar se lanzó a campo abierto para luchar. Aquí, y una vez más, los cristianos no aprendiendo de errores pasados cayeron en las tácticas envolventes de los musulmanes. Tras la batalla Alfonso VIII logró escapar a Toledo donde se encontró con su primo Alfonso IX de León. Parece ser que tuvieron una tensa entrevista que acabó con la ruptura de relaciones entre ambos y aliándose el segundo con los enemigos de la cruz. Habría que recordar que Alfonso IX prometió, de no muy buen grado, ayudar a los castellanos en la lucha contra la nueva invasión islámica, sin embargo, la poco entusiasta ayuda se tradujo en una innecesaria tardanza que acabó con el monarca leones instalado en Toledo mientras los castellanos se encontraban defendiendo las fronteras cristianas sin ningún apoyo.
Restos de la fortaleza de Alarcos.
Por suerte para los castellanos, y la cristiandad peninsular en general, el califa almohade seguro de su poder frente a los cristianos se entretuvo posteriormente en asegurar su control dentro del al-Andalus, tiempo precioso que permitió a los castellanos replegarse y prepararse para las posteriores arremetidas almohades.
Las consecuencias directas de Alarcos fueron aprovechadas por los leoneses y navarros. En 1196 Navarra y León llegaron a un acuerdo junto a los almohades para atacar conjuntamente a Castilla, y lanzar una serie de ataques a enclaves y tierras de los castellanos por diferentes flancos. El caso de León es más sangrante si cabe, ya que Alfonso IX utilizó tropas almohades para arrasar la Tierra de Campos, lo cual, acabó contándole duras reprimendas por parte del papado. Con respecto a Navarra, Sancho VII atacó las tierras de la extremadura castellana oriental, entre el sur de Burgos y Soria. Mientas que los musulmanes asolaron todas las tierras de la Trasierra o reino de Toledo. La respuesta castellana vendría apoyada firmemente por el monarca aragonés Pedro II, a la sazón importante aliado en las Navas de Tolosa. Alfonso VIII atacó junto con Pedro II - y mientras Alfonso IX realizaba su devastación por Tierra de Campos - los territorios de León internándose hasta llegar a la capital y Astorga.
En 1197 las tornas cambiarían, una esperada tregua de Castilla con los almohades permitió al rey castellano responder de forma efectiva a los reyes cristianos. Si bien Alfonso IX había recuperado León y gran parte de los enclaves tomados por los castellanos; para el verano de ese año, Alfonso VIII realizó una campaña por las tierras occidentales reconquistando o capturando fortalezas que habían sido rendidas por los leoneses: Bolaños, Valderas o Castroverde fueron entre otras. Finalmente el leonés sin el apoyo del califa almohade y no pudiendo seguir presionando al castellano buscó una tregua. La reina Leonor de Castilla dirigió los planes del acuerdo organizando un casamiento entre Alfonso IX y la princesa castellana Berenguela a finales de 1197.
Otro asunto era Navarra; ya en 1198 con las treguas firmadas Castilla se confederó con los aragoneses para responder con la misma moneda la anterior hazaña de Sancho VII. Se adentraron ambos ejércitos para el verano en territorio navarro forzando así una paz ventajosa para Aragón; sin embargo la campaña decisiva vendría un año después. En 1199 Alfonso VIII entro por Álava y sometió a duro asedio la ciudad de Vitoria. Mientras Sancho VII marchó para el Magreb a buscar los apoyos del califa almohade, el cual, obligado por la tregua firmada el año anterior ofreció únicamente ayuda pecuniaria para el navarro. Finalmente, para los últimos días de 1199 o primeros de 1200, Vitoria se rindió tras siete meses de asedio. Además tras hábiles negociaciones los tenentes y señores del resto de Álava y Guipúzcoa juraron lealtad a Alfonso VIII.
Tras esta campaña el rey castellano había conseguido ampliar más de la cuenta sus dominios anteriores con respecto a Navarra; y es que su avance había superado con creces los realizados por su tatarabuelo Alfonso VI allá por el año 1076. Los nuevos límites con Navarra quedaron firmemente establecidos y la nueva región jugó un papel clave en las relaciones comerciales de los castellanos con las tierras de Gascuña y Francia.
La frontera sur antes de la batalla de Las Navas: Tras las treguas firmadas por castellanos y almohades en 1197 los límites se establecían desde Plasencia al oeste hasta Alarcón al este. Las tierras del norte del Tajo así como sus fortalezas estaban dominadas por los castellanos , Talavera y Toledo se convertían aquí en los principales y más activos enclaves defensivos de la región. Al sur Consuegra en manos de la Orden de San Juan y más allá Mora la Vieja o Peña Negra sostenían las posiciones más avanzadas. Al oeste las plazas de Huete, Uclés Zorita o Cuenca se encargaban de asegurar las posiciones castellanas.
Los musulmanes por otro lado establecían sus posiciones gracias a sus últimas campañas de 1195/96 en: Trujillo -arrebatada a los castellanos en 1196- Alarcos, Benavente, Calatrava -arrebatada a los monjes-guerreros en 1195-, Malagón y Caracuel entre otras.
Los casos más particulares los tenemos en los castillos de Dueñas -más tarde y reconstruido será Calatrava la Nueva- y Salvatierra, situados en la Calzada de Calatrava, más allá de las primeros enclaves de defensa musulmanes. Éstos se encontraban en manos de la Orden de Calatrava, que por entonces se llamaba de Salvatierra.
Las Navas de Tolosa en 1212: Durante 13 años, las treguas entre castellanos y almohades se sucedieron. Unas treguas que favorecieron a ambos, ya que si bien los castellanos resolvieron satisfactoriamente sus litigios con Navarra, no fueron menos provechosos los avances almohades dentro de al-Andalus que en 1203 conquistaron el último reducto de los antiguos almorávides: Baleares.
Acabadas las treguas en 1211 los africanos afilaron sus cimitarras y se prepararon para realizar una nueva incursión en la Península. Pero esta vez las intenciones del califa almohade eran muy diferentes a las anteriores, llamando a la yihad en todos los confines del Imperio almohade: magrebíes, zanatas y negros del Sudan; sumados a los musulmanes andalusíes configuraron el mayor ejercito nunca visto en al-Andalus. Algo más de 30.000 africanos y 20.000 andalusíes se preparaban para someter de una vez por todas a los molestos reinos cristianos.
Los primeros en recibir la dura arremetida fueron los caballeros de la Orden de Calatrava, que abandonando prácticamente el castillo de Dueñas, llamado según los Anales Toledanos "Castiel de Dios" concentraron sus fuerzas en el bastión que les servía de sede en esos momentos -Salvatierra-. Alfonso VIII por otro lado se encontraba organizando sus ejércitos por los campos de la Trasierra, incapaz de lanzarse por entonces en una batalla directa prefirió asegurar sus defensas. Los monjes-guerreros sometidos a duro asedio durante dos meses y con un castillo derruido por las formidables máquinas de asedio musulmanas pactaron con el califa almohade su rendición si Alfonso no acudía en su ayuda; y Alfonso VIII se vio forzado a autorizar la marcha ya que no podía acudir en su ayuda ese año de 1211.
Sin embargo la caída de Salvatierra fue hábilmente rentabilizada en lo que a materia propagandistica se refiere. Rodrigo Jiménez de Rada Arzobispo de Toledo, acudió a Roma para solicitar el apoyo del Papa Inocencio III en los aciagos días que se cernían sobre los cristianos; éste muy acorde con las ideas de la época emitió varias bulas para todos aquellos que combatieran en Castilla, además prohibió bajo amenaza de excomunión a cualquier monarca cristiano que osara atacar al castellano mientras se preparaba para afrontar la batalla decisiva. A su regreso el Arzobispo de Toledo predicó la gloria y fortuna que los guerreros cristianos podían alcanzar si decidían tomar las armas en su ayuda, y con un contingente de varios caballeros y peones alemanes y francos volvió para la Península.
Situación peninsular antes de la contienda de las Navas de Tolosa.
Toledo sirvió de punto de concentración para todas las huestes cristianas que poco a poco iban llegando a Castilla. Los castellanos junto con los aragoneses formaron el grueso del ejercito cruzado; Pedro II, fiel amigo de Alfonso VIII volvía a prestarse nuevamente para combatir en la Cruzada hispana; Alfonso IX de León haciendo gala de su corta mira política prefirió no ayudar a Alfonso VIII -tal vez no era consciente que de ser borrados los castellanos y aragoneses, hubiera sido cuestión de tiempo que un resurgido al-Andalus dirigiera sus miras ante el menos poderoso reino de León- . La participación de Navarra fue más testimonial que otra cosa, si en un principio Navarra mantuvo silencio en cuanto a su participación, parece ser que tras las presiones del Vaticano y sus prelados, Sancho VII acudió finalmente, ya puesto el ejercito en marcha, junto con 200 de sus mejores caballeros. La llegada de éste fue recibida de muy buena gana por Alfonso VIII y Pedro II, aunque con una fuerza testimonial, la disposición del navarro a tomar parte activa en el conflicto servía para levantar aún más la moral en el campamento cruzado y hacía ver a todos lo necesario de la unión en tamaña empresa.
El rey de Portugal Alfonso II que abría asistido de buena gana a la llamada de las armas, se vio forzado a quedarse en su reino debido a los ataques sufridos por parte del siempre oportunista Alfonso IX. A su vez, y aprovechando la marcha cruzada por tierras de al-Andalus los leoneses también atacaron las poco guarnecidas fortalezas en manos de los tenentes castellanos.
Las Ordenes militares de Calatrava, Santiago, el Temple, y San Juan se sumaron, como no podía ser menos, configurando la tropa de élite del ejército. Por último y siempre a título personal algunos caballeros portugueses y algunos menos leoneses cerraron las filas cruzadas.
En definitiva los esfuerzos de cristianos y musulmanes se midieron finalmente en la ya conocida por todos como: batalla de las Navas de Tolosa de 1212, donde, y sin hacer caso a increíbles cifras que barajan en varios cientos de miles de guerreros a los partícipes en la lucha, es muy posible que alrededor de unos 50.000 musulmanes y unos 30.000 cristianos se enfrentaran en batalla.
La victoria de los cruzados y el aniquilamiento del ejercito almohade tuvo varias consecuencias: en primer lugar los cristianos tomaron varias fortalezas que controlaban los pasos de Despeñaperros (Baños, Tolosa, Ferral y Vilches), las cuales, quedarían clavadas como un cuchillo en la carne a la espera de ser utilizadas para una posterior y definitiva arremetida en el corazón de al-Andalus; por otro lado, la derrota de los almohades hizo evidente a los ojos de los hispanomusulmanes el fracaso de su política, y pocos años después empezaron a darse los primeros síntomas de debilitamiento y a producirse las primeras disensiones sobre los territorios andalusíes.
La situación castellana a la muerte de Enrique I 1217. pinchar el mapa para ampliar.
- La llegada de Fernando III-
La muerte de Pedro II en 1213 y Alfonso VIII en 1214 impidió a éstos aprovechar mejor la crisis en la que entraron los almohades por entonces, y si bien los andalusíes todavía ofrecieron dura batalla, era ya un hecho que habían perdido cualquier posibilidad de poner en peligro la existencia de los reinos cristianos.
En 1217, y tras el breve reinado de Enrique I (1214/17), Fernando III hijo de Alfonso IX de León y de Doña Berenguela se había convertido en monarca de Castilla. El nuevo rey sería el gran beneficiado de los éxitos de sus antecesores; aunque para el periodo al que nos atenemos -hasta 1230- hay que recordar que todavía no se habrían dado sus grandes conquistas, acaecidas inmediatamente después de nuestra señalada fecha.
Fernando III tuvo que asegurar su poder en los primeros años del reinado, ya que Alfonso IX, nunca contento con la llegada de su hijo al trono castellano intervino en el reino, de aquí obtuvo la garantía de posesión sobre varias fortalezas en litigio con Castilla: Cubillas, Santervás, San Cebrian de Mazote, Urueña, Villagarcía y San Pedro de Latarce situadas al occidente de la actual provincia de Valladolid y por entonces zona de fricción de ambos reinos.
Ya mencionamos anteriormente la toma del enclave de Capilla situado en la actual región de Extremadura y su importancia estratégica para frenar las pretensiones leonesas más orientales. Pero en lo referente a las tierras andaluzas los avances producidos, aunque no muy numerosos, sí fueron importantes para su posterior avance por el valle del Guadalquivir.
-Las conquistas Fernandinas hasta 1230-
A primera vista puede llamar la atención los pocos avances conquistadores que Fernando realizó en tierras musulmanas, pero ello tiene una explicación: la llegada al trono de Castilla de Fernando III por cesión de su madre Doña Berenguela molestó a Alfonso IX, ya que éste podía haber optado también al trono según la interpretación sálica del tratado de Sahagún firmado entre Sancho III de Castilla y Fernando II de León en 1158. Por tanto los problemas con su padre y con Álvaro Nuñez de Lara, exregente de Castilla por la minoría de edad de Enrique I, obligaron a Fernando renovar una serie de treguas hechas ya por su abuelo Alfonso VIII con los almohades en 1214, de tal forma que hasta 1224 estuvieron vigentes.
Una vez recuperado el reino de las luchas intestinas, las campañas se dirigieron a las tierras andaluzas; las disensiones que se comenzaban a percibir en el Imperio almohade fueron aprovechadas por los castellanos para aliarse con el gobernador de Baeza y hacerse con las fortalezas de Salvatierra 1225, todavía en manos musulmanas, y de Capilla 1226. Muerto el gobernador de Baeza su población se reveló contra los castellanos y estos tras algunas luchas consiguieron hacerse con el control de la misma así como de Andújar 1226 y Martos 1226. De todas estas poblaciones la más meridional era Martos, y por tanto la más vulnerable a un asedio que acabo produciéndose de forma inevitable, y a punto estuvo de tener éxito si no fuera por una oportuna intervención de socorro del propio Fernando III en el verano de 1227.
En 1229 y ya sí, en pleno proceso de desintegración del poder almohade, Fernando III dirigió una campaña a tierras de Úbeda con el objetivo de debilitar la fortaleza; allí tomó Saviote, Garcíez y Jódar, importantes cabezas de puente para ulteriores operaciones; también intento un asedio en 1230 contra Jaén, pero al prolongarse demasiado decidió abandonarlo para mejor ocasión.
La situación castellana en el momento de la muerte de Alfonso IX 1230. pinchar el mapa para ampliar.
De regreso a Castilla tras el fallido intento de tomar Jaén, Fernando III fue sorprendido con la noticia del fallecimiento de su padre Alfonso IX de León; a partir de entonces todo se dispuso para que Fernando, rey de Castilla, se hiciera con el trono leonés tras la cesión de sus hermanastras, y con ello, se produjo la definitiva unión de las dos coronas en un solo hombre. La próxima vez que el monarca regresara a tierras andaluzas lo haría bajo los estandartes del león y el castillo, y con ellos, una unida y fuerte corona llegaría a expandirse hasta límites insospechados por entonces.
------------------------
Enlaces de interés:
Imperio Almohade
Fernando III
La batalla de las Navas de Tolosa
La batalla de las Navas de Tolosa según los musulmanes
Bibliografía:
Reyes de Castilla: Alfonso VIII. Edit. La Olmeda
Reyes de Castilla: Fernando III. Edit. La Olmeda
Las Navas de Tolosa, la verdadera cruzada. Edit Almena
El lunes de las Navas DVD. Editado por Universidad de Málaga.
Etiquetas: Patrimonio e Historia
13 Comments:
Es una pasada este artículo, cada vez te superas aún más. Es lo que suele pasar, que la unión hace la fuerza y es lo que menos practican los dirigentes políticos, entonces la nobleza. Cuando de verdad había que combatir a los musulmanes resultaba que cada uno iba a lo suyo, y una vez más la Iglesia tuvo que expandir su brazo para frenar a los musulmanes.
También me llama la atención que Vitoria aguantase un asedio de 7 meses, yo pensaba que las provincias vascas, no eran de Cstilla, y al final resulta que sí. Cada cual pinta la historia como le conviene, y a algunos vascos les conviene decir que tienen el RH-.
Pues digo lo de siempre, tengo que volver a leerlo, porque me ha gustado mucho.
Saludos amigo Alatriste.
Con respecto a las provincias vascas ya Alfonso VI se había adueñado de parte de sus territorios occidentales, aunque después por los conflictos entre su hija Doña Urraca y Alfonso I de Aragón se acabaron perdiendo.
Con respecto a los tiempos de Alfonso VIII cabe decir como curiosidad que el señor de Vizcaya, Don Diego López de Haro, tuvo un papel muy destacado en toda la campaña y se encargo de dirigir la vanguardia castellana colocándose, el mismo, en su haz central.
Gracias Si te dijera...
Magnífica y documentada entrada con la información de una época decisiva para la evolución del reino de Castilla. Enhorabuena.
Exactamente Pedro, estos fueron años cruciales y muy interesantes si uno se pone a estudiarlos.
Un saludo.
Alatriste...me ha llevado un buen rato...pero merece la pena... como nota anecdótica la Orden de Calatrava tuvo buen feudo en Martos (mi pueblo de nacimiento), muchas hitorias y leyendas sobre la misma se escriben y se relatan en mi tierra....
¡quillo! apareces poco pero cuando apareces de jas tu impronta...saludos
¡Hombre, Martos!, muy histórica sin duda. Seguro que algún día puedes contarnos alguna de esas leyendas ;D
Un saludo
Enhorabuena, gran trabajo, sí señor.Hace unos años, y por cosas de trabajo, pude visitar las ruinas de Alarcos y son, sencillamente, inpresionantes. Se han llegado a encontrar guerreros almohades tal cual quedaron, sepultados en las proximidades de las murallas, por los derrumbamientos. Recomiendo efusivamente la visita al parque arqueológico de Alarcos.
Pues eso capitán, gran trabajo.
FELIZ NAVIDAD y 2009
A menudo me pregunto cómo celebraban las gentes la navidad y la noche vieja en aquellos siglos.
¡¡Feliz Año Nuevo!!
que tal las nevadas por castilla?? por la mancha bien...nos hemos reido un poco aunque sin maquinas quitanieve en el siglo XXI
por cierto la TVE1 va a emitir aguila roja una serie q t gustara...imagino...hablamos
Mi enhorabuena Alatriste...¡pedazo de entrada!
Un fuerte abrazo.
para cuando una entrada nueva??'
Hola Neo...la verdad es que ahora ando liadísismo con el maravilloso mundo de las oposiciones, así que poco tiempo encuentro para escribir. De todas formas os sigo vigilando a todos ;D.
Un saludo
Publicar un comentario
<< Home